Con su liderazgo y su agresiva
estrategia, Amílcar había salvado a Cartago de los mercenarios sublevados. Sin
embargo, la ciudad estaba empobrecida, había perdido casi todas sus posesiones
fuera de África y tenía que pagar a Roma una cuantiosa deuda de guerra. Fue
entonces cuando el bárquida se embarcó rumbo a las lejanas tierras de occidente
en pos de recuperar para su patria la gloria y el poder
perdidos.
En cuanto a Amílcar, por tanto, a pesar
de que murió muchos años antes de nuestro tiempo, dejémosle también tener en la
historia a modo de epitafio la alabanza que se
merece.
Diodoro 25, 10’ 5.
Guerrero ibero. Dada su rica
panoplia se trataría de un noble. |
HISPANIA ANTES DE
AMÍLCAR
El conocimiento que las fuentes
grecolatinas tenían sobre la geografía de aquella tierra en el extremo
occidental del Mediterráneo era muy escaso. Las referencias fiables se limitaban
al litoral, mientras que el interior permanecía prácticamente oscuro, tan solo
apoyado por fuentes púnicas (ahora desaparecidas) que no siempre serían bien
traducidas o entendidas y a las noticias que llegarían con la posterior
conquista romana.
Hispania estaba dividida en numerosos
pueblos de diferente etnia, prácticas religiosas, idiomas, tradiciones, etc. que
se agrupaban en comunidades; pero en la práctica cada ciudad era dueña de sí
misma, salvo en contadas ocasiones en las que un líder de éxito conseguía unir
bajo su mando a varias durante un tiempo.
De toda la amalgama de pueblos, los
iberos (que a su vez se dividían en Bastetanos, Contestanos, Edetanos,
Ilergetes, etc.), que habitaban la costa mediterránea, y los turdetanos, que se
extendían por el valle del Río Guadalquivir, eran los que con diferencia habían
tenido más contacto con los fenicios primero y luego con los cartagineses, que
impusieron su dominio sobre las numerosas factorías comerciales que aquellos
habían establecido por toda la costa Sur y Sureste de la Península.
Dama de Elche, la máxima representación del arte ibero. |
Fértiles valles se abrían paso aquí y
allá entre el montañoso relieve hispano, donde se cultivaban numerosos
productos, pero lo que más atrajo a los comerciantes extranjeros fueron los
abundantes metales.
También los griegos se vieron atraídos
por esta riqueza natural, y a su vez también establecieron sus propias colonias,
sobre todo en Cataluña y Valencia, pero también alguna más al Sur, como Mainake.
Poco a poco el área de influencia de
cartagineses y griegos se fue formando, quedando el sur para unos y el levante
para los otros, siendo la frontera el Cabo de Palos. Esta pareció quedar
ratificada con acuerdos en firme, como así parece indicar el segundo tratado
romano-cartaginés de 346 a.C. que en palabras de Polibio decía tal como
sigue:
Habrá alianza entre romanos y sus aliados y los
cartagineses, tirios[1],
uticenses y aliados de éstos, con estas condiciones: no se dedicarán los romanos
a hacer presas, ni comerciarán ni edificarán ciudad más allá del Promontorio
Bello, de Mastia de Tarsis.[…] (Polibio III, 24’
1)
Lo cierto es que no se sabe con
exactitud dónde se situaba la ciudad de Mastia, pero por la descripción que da
Plinio se supone que se localizaba en el lugar donde años más tarde Asdrúbal
fundaría Qart-Hadasht (la Cartago-Nova de los romanos y actual Cartagena),
aunque no es el único lugar propuesto.
Los fenicios se habían establecido con
fuerza en la costa desde el actual río Guadiana hasta el cabo de la Nao. Tanto
es así que de la mezcla sociocultural entre semitas e iberos surgió el pueblo de
los Bástulos. Sobre sus ciudades, conforme Fenicia iba perdiendo su influencia,
Cartago la iba adquiriendo. Pero no hay que pensar en un dominio político o
militar, que en todo caso sería muy tenue, sino más bien en una soberanía
comercial.
Mapa de la Península Ibérica,
mostrando los pueblos y las ciudades más relevantes, así como el comercio púnico y griego. |
Los lazos de unión entre Cartago y las
ciudades bástulo-púnicas de la costa hispana se fueron debilitando con el tiempo
y debido a los reveses sufridos por aquellos: invasión de Agatocles, guerra
contra Pirro... Hasta que esta autonomía alcanzó su punto culmen durante la
Primera Guerra Púnica, cuando la flota púnica quedó gravemente debilitada, sin
poder realizar una labor de conexión y protección/amenaza con las costas
hispanas.
Ante este panorama, ciudades como
Baria[2]
y sobre todo Gádir[3]
se erigieron como poderes dominantes en la región. Se habla del “Círculo del
Estrecho” como la zona de dominio gaditano, región a ambos lados de las columnas
de Hércules donde la antigua colonia de Tiro había extendido su red de alianzas,
sin que quede muy claro que nivel federativo tendrían.
La desunión que imperaba en el
territorio hispano hacía que fuera un blanco fácil; y el alto nivel cultural, la
amplia riqueza natural y la desarrollada destreza militar atraían la atención de
Amílcar. Además, el general podría contar con el apoyo de las ciudades
bástulo-púnicas, con las que aún existirían lazos de afinidad, para tener
suministros y anclaje para las naves que comunicarían con Cartago. Y algunos
Estados iberos también estarían bien dispuestos hacia él con tal de conseguir
aliados contra sus enemigos.
Estatua del dios púnico Baal
Hammón, protector de la ciudad. |
ÁFRICA EN 237
a.C.
Como explicamos en el anterior trabajo
sobre Amílcar, una vez finalizada la Guerra de los Mercenarios, cuando Cartago se preparaba para
enviar una expedición para recuperar el control de Cerdeña, que se había
sublevado durante el conflicto, Roma le declaró la guerra con acusaciones
absurdas. Argumentaban los romanos que aquella expedición no era contra los
sardos, sino contra ellos. Cuando la embajada púnica expuso la realidad[4],
los romanos se quejaron del mal trato que habían sufrido los 500 comerciantes
romanos que habían sido capturados cerca de Cartago cuando trataban de vender
productos a los mercenarios rebeldes. Se suponía que los púnicos habían
torturado e incluso matado a algunos de ellos, acusación totalmente fuera de
lugar, ya que de haber sido verdad, Roma hubiera impuesto una queja tres años
antes, cuando sucedió este hecho.
La conclusión fue un auténtico insulto
para Cartago, que debió entregar Cerdeña además de otros 1.200 talentos a añadir
a la deuda de la guerra de Sicilia. Quizás en la mentalidad del senado romano
circulara el miedo de una Cartago que se rehiciera de la mano de un general
agresivo como era Amílcar Barca. Era mejor atacar ahora que aún estaba
débil.
Es posible que fuera el propio Amílcar
el que estuviera al mando de esta campaña frustrada, dado el prestigio que había
ganado. Tenía su ejército preparado tras haber obligado a la rendición a las
ciudades rebeldes. Con el apoyo que seguro encontraría en los aún fieles de
Cerdeña, llevar a la isla de nuevo al redil sería cuestión de
tiempo.
Las posesiones ultramarinas de Cartago
se habían reducido en pocos años a tan solo las islas de Malta y Ebusus y la
amistad con las ciudades bástulas del sur de Hispania. Esto, añadido a la
pérdida de la casi totalidad de la flota hacía que Cartago ya no fuera una
potencia marítima como antaño.
A partir de ahí todo sucedió muy
rápido. La guerra de los Mercenarios terminó a principios de 237 a.C., cuando
las ciudades de Útica e Hippo Akra se rindieron nada más ser asediadas; y a
mediados de ese mismo año Amílcar ya se encontraba en Hispania.
Amílcar se había asegurado una buena
posición política gracias a sus éxitos militares y acto seguido formó un grupo
político de la clase más baja. No parece creíble la historia de Apiano[5],
que coloca al Barqa en un juicio, que en todo caso sería anterior a la Guerra de
los Mercenarios por lo sucedido en la Guerra en Sicilia. Como salvador de la
patria sería aclamado por la mayoría, aunque está claro que seguiría teniendo
enemigos políticos dentro de la ciudad. El hecho de que fuera escogido como
cabeza de la expedición a Iberia deja clara su posición dominante. Tampoco hay
que darle demasiado crédito a Apiano y Zonaras[6]
(seguramente basándose en la misma fuente o este en aquel[7])
cuando dicen que Amílcar partió en contra de los magistrados de Cartago[8].
Amílcar salió de Cartago acompañado por
su yerno Asdrúbal, que es nombrado comandante de la flota, pero dejando en la
ciudad a gran cantidad de parientes y aliados en el senado. Con él fue también,
según gran cantidad de autores grecolatinos[9],
su hijo Aníbal; su hijo Asdrúbal y Magón, al parecer permanecieron en África,
junto con sus yernos Naravas y Bomilcar, que quizás fuera sufete, dado el
apelativo con el que se le conoce, “el Rey”.
Dibujo que muestra la ciudad de
Gádir, emplazada en varias islas junto a las costa turdetana. |
LLEGADA A GÁDIR Y
PRIMERA BATALLA
Amílcar pisó la Península Ibérica a
mediados del 237 a.C., cruzando el mar con la flota desde Cartago hasta Gádir,
una de las pocas ciudades que aún mantenía lazos de amistad con su patria. No
tiene sentido la afirmación que sitúa a Amílcar marchando con su ejército a
través de África para pasar a Hispania cruzando el Estrecho de Gibraltar con
escasos transportes debido a que no tenía dinero suficiente. Un viaje por tierra
hubiera sido más largo y por tanto más caro, al tener que pagar durante más
tiempo a las tropas hasta conseguir beneficios en la tierra a conquistar; sin
hablar del mayor peligro y el tiempo que perdería, que haría imposible empezar
la campaña ese mismo año.
Eso sí, el ejército sería pequeño,
quizás unos 15.000 hombres, pero experimentado gracias a las recientes guerras
contra los mercenarios sublevados y en Sicilia[10].
Además contaba con un pequeño contingente de elefantes, que causaría estragos
entre las filas iberas; y con un considerable número de caballería, muy superior
a los aún poco desarrollados jinetes del Sur peninsular. Amílcar también tendría
planeado contratar mercenarios iberos, los cuales eran habituales desde hacía
siglos en los ejércitos púnicos.
Los generales de Cartago contaban con
una mayor libertad y ostentaban el cargo, en principio, durante un más largo
tiempo que sus homólogos romanos; en cambio, en contra, sus gobiernos nos los
apoyaban con el mismo ímpetu en caso de necesidad. Eso es lo que habría sentido
Amílcar en Sicilia, cuando tuvo que firmar la paz con Roma, sin haber sido
derrotado una sola vez, por negarse Cartago a continuar la guerra. Roma en
cambio siempre perseveraba, no solo no se rendía, sino que sus ciudadanos
estaban dispuestos a dar cuantiosos créditos con tal de vencer. E aquí la
diferencia de mentalidad entre la visión comercial entre los nobles
cartagineses, que valoraban la rentabilidad (quizás demasiado a corto plazo) de
la guerra, y los pragmáticos romanos, para los que el control del territorio era
lo que realmente importaba.
Así pues, Amílcar supo desde un
principio que su ejército se tendría que sufragar a si mismo, más aún cuando se
encontraba en una tierra tan alejada de la patria. Para ello, Amílcar pretendía
conseguir el control de las zonas de riqueza hispanas, centrándose especialmente
en el dominio minero. Esto le daría el monopolio comercial a Cartago,
debilitando de paso a sus competidores griegos. Paradójicamente, esto es un modo
más “romano” de entender la economía, y el hecho de que el líder se apoyara en
el ejército tiene mucho de helenístico.
Todo esto convertía a los soldados de
Amílcar en un verdadero ejército profesional, dedicados únicamente a la
obtención de territorios y beneficios.
La primera acción descrita[11]
es un enfrentamiento a una coalición de Tartessos (la fuente se referiría a
Turdetanos) e Iberos, junto con un contingente de celtas, cuyos líderes,
Istolacio y su hermano estaban al frente del ejército.
Esta coalición no es de extrañar, Gádir
tendría numerosos enemigos entre sus vecinos, y la llegada de Amílcar no pasaría
desapercibida y causaría gran revuelo. Los turdetanos de la zona tenían el
control de las minas de Río Tinto, con las que tenían fondos para contratar a
los mercenarios celtas, con Istolacio y su hermano a modo de verdaderos
condottieri.
Sin que se sepa ningún detalle sobre el
desarrollo o el lugar de la batalla, Amílcar los derrotó y unió a su ejército a
3.000 hombres de la coalición. Esto, además de aumentar sus fuerzas, también era
una buena propaganda: un hábil general que además era justo y benevolente con
los vencidos; lo que impresionaría a los hispanos.
Con esta victoria (aunque no se dan
referencias al respecto), Amílcar conseguiría el territorio que va desde Gádir
hasta las minas de la antigua Tartessos, en la zona Oeste de Sierra Morena (Mons
Marianus para los romanos).
CONQUISTA DEL
VALLE DEL BETIS
En poco tiempo Amílcar se había hecho
con el control de numerosas ciudades que le rendirían tributo que se sumaría al
obtenido de las minas, que se explotaban en monopolio. No sólo podía pagar a sus
tropas, sino que podría contratar más mercenarios para acometer mayores
empresas.
El valle del río Betis (Guadalquivir)
se adentraba 400 Km. desde el Atlántico hasta las montañas que lo cerraban por
el Este. Era una zona fértil y muy poblada, además de contar las más importantes
minas de la Península, sobre todo en torno a la ciudad de Cástulo. Esta región
tenía potencial suficiente para detener a los cartagineses, siempre que se
unieran. Y así fue.
Un tal Indortes, seguramente un líder
de alguna comunidad del centro del Betis, reunió, según Diodoro[12],
un ejército de 50.000 hombres. Sin embargo, el ejército se derrumba incluso
antes de la batalla sin que se sepa muy bien porqué. Quizás hubiera deserciones
o tal vez alguna ciudad implicada decidiera firmar la paz con Amílcar. El caso
es que Indortes, con los restos del ejército, tuvo que retirarse a una colina,
donde queda asediado. Por la noche trató de huir, pero fue interceptado y sus
hombres masacrados. El propio Indortes fue capturado y ejecutado tras una dura
tortura; pero en cambio 10.000 prisioneros fueron liberados. Seguía así una
política de buen trato con el pueblo a la vez que atemorizaba a todo líder que
se quisiera enfrentar a él.
Ninguna fuente da fecha alguna salvo
para su llegada y su muerte (e incluso estas no siempre quedan muy claras) y los
datos aportados por las monedas solo dan una idea muy general. Pero es probable
que este acontecimiento tuviera lugar en 236 o 235 a.C. como muy tarde.
Tras esta nueva victoria, Amílcar
conseguiría más éxitos militares y diplomáticos, conquistando la práctica
totalidad del valle del Betis, además de la costa desde Baria hasta Onuba
(Huelva). Las regiones de difícil acceso como Sierra Nevada, la Alpujarra o el
desierto de Tabernas quedarían en un control tan sólo nominal. Y ahora el
general cartaginés querría penetrar en la meseta y en Murcia, consiguiendo así
el control de todo el Sur Penínsular, obteniendo el monopolio de toda la
minería, amplias y fértiles zonas agrícolas e importantes salinas.
Todas estas conquistas le
proporcionaron enormes beneficios, los cuales dividía en tres partes, dando una
de ellas a los soldados, para estimularlos para futuras campañas, otra era
enviada a Cartago y la otra la distribuía entre los jefes de su facción que
habían quedado en la patria.
Mapa que muestra las fases de conquista de Amílcar en Hispania. |
Al parecer, en este momento estalló una
revuelta entre los númidas y Cartago reclamó a Amílcar[13].
Este envió a su yerno Asdrúbal, que ya había ganado experiencia militar
suficiente junto a él y venció sin demasiados problemas. Este hecho pone de
manifiesto que Amílcar no solo se ocupaba de los asuntos de Hispania, sino
también de África, lo que no puede dejar de significar que era el verdadero
líder de Cartago y que su familia dominaba sobre las demás[14].
INTROMISIÓN ROMANA
Dion Casio[15]
informa que en el año 231 a.C. (en el consulado de Marco Pomponio y Cayo
Papirio) emisarios romanos llegaron a entrevistarse con Amílcar para ver que
hacía. El general cartaginés los recibió cordialmente y les explicó que sus
acciones se debían a poder obtener el dinero que aún les debían a los romanos.
Sin embargo, esta información está en entredicho por la práctica totalidad de
los historiadores modernos ya que Roma no había tenido ningún interés en
Hispania. También es cierto que precisamente ese año era el último en el que
Cartago tenía que pagar la indemnización de guerra (2.200 talentos a pagar en 10
cuotas desde la paz de 241 a.C.); así que, o bien los romanos concedieron una
prorroga debido a la Guerra de los Mercenarios o esta explicación de Amílcar no
hubiera tenido mucha justificación a esas alturas. O ¿es qué quizás aún no se
había terminado de pagar la indemnización impuesta en 237 a.C.? Las fuentes no
dan información al respecto[16].
Por otro lado, en algún momento entre
el final de la Primera Guerra Púnica y el inicio de la Segunda, la ciudad de
Massilia se alió a Roma. Esta ciudad griega fundada por focenses estaba situada
en el sur de la Galia, y había extendido una red de colonias comerciales desde
Liguria hasta Contestania, en Iberia. De las colonias en Iberia, la más
importante era Emporion[17],
situada muy al Norte del territorio recién conquistado por Amílcar, pero las
colonias de Alonis, Hemeroskopeion y otra cuyo nombre nos es desconocido
empezaban a ver de cerca el avance cartaginés. De hecho, una vez Amílcar tomó el
valle del Betis y Sierra Morena, haciéndose con el monopolio de las minas, el
comercio griego se vería muy seriamente afectado, hasta el punto de que la
supervivencia de dichas colonias peligraría sobremanera.
Es posible que Massilia presionara a su
nuevo aliado, sabedora de la tensión existente entre Roma y Cartago, para que
mandara una embajada a Amílcar para conocer cuáles eran sus planes y proteger
así sus intereses. En aquel momento Roma estaba ocupada en pacificar Cerdeña y
Córcega, y realizando campañas contra los ligures y galos, además de estar
atenta a los acontecimientos que sucedían en Iliria y a ambos lados de los
Alpes, donde los gaesetanos habían forjado una alianza con los galos cisalpinos.
Por esta razón, Massilia era un valioso aliado que le podía remitir noticias de
los movimientos en la Galia y Roma querría mantenerla contenta con su
amistad.
También cabe la posibilidad que fuera
en esta fecha cuando se forjara la alianza con Sagunto, hecho de tremenda
trascendencia en los acontecimientos futuros. La dualidad de Arse/Sagunto es
incierta, quizás Arse se refiriera a la ciudad ibera que dominaba el llano desde
una escarpada colina y Sagunto se refiriera al puerto, donde al parecer habría
un barrio griego; de ahí quizás la leyenda sobre su fundación por hombres de la
isla de Zacinto. Sin querer entrar demasiado en el complicado terreno del
casus belli de la Segunda Guerra Púnica, cabe la posibilidad de que Roma
tomara como ciudad aliada a Arse/Sagunto en base al barrio griego, con lazos con
Massilia, ciudad, como decimos, aliada a Roma.
Yacimiento en Tossal de Manises,
lugar donde tradicionalmente se situaba la fundación de Amílcar. |
FUNDACIÓN DE AKRA
LEUKÉ
Quizás ya a finales de 230 a.C. el
siguiente paso, pensado para afianzar el poder cartaginés en su nueva provincia,
fue la fundación de una ciudad que, según Diodoro[18],
era de gran tamaño. Desgraciadamente no dijo donde estaba. Los anteriores
líderes púnicos no habían hecho fundaciones, sin embargo, esto era una práctica
habitual entre los reyes helenísticos, en el Este, pero a diferencia de estos,
Amílcar no le puso su nombre a la nueva ciudad, sino Akra Leuke (“ciudadela
blanca” en griego).
Tradicionalmente se ha identificado
esta ciudad con Alicante[19]
que, y en esto no hay duda, fue la Lucentum romana. Pero existen importantes
objeciones para colocar la fundación de Amílcar en ese lugar. En primer lugar,
aunque la arqueología revela murallas y urbanismo con clara intervención púnica
en Tossal de Manises, la ciudad no contaría con más de 3 hectáreas de extensión,
lo que contrasta mucho con la “gran ciudad” descripta por Diodoro[20].
Por otro lado, unos cinco años más tarde, Asdrúbal el Bello fundó Qart-Hadasht
(Cartago-Nova), que estaba situada unos 100 Km. más al Sur que Alicante.
Qart-Hadasht tenía mucho mejor puerto, estaba mejor comunicada con Cartago y se
levantaba en una zona más rica. Ya que la conquista púnica de Hispania se
realizó de Suroeste a Noreste, y si la zona estaba lo suficientemente controlada
para fundar una ciudad ¿por qué desaprovechar un mejor lugar para fundarla?
Además, de fundarse la ciudad en el lugar que ocupa Alicante hubiera atentado
contra el tratado púnico-romano de 346 a.C., que limitaba la influencia
cartaginesa en Mastia de Tartesos, identificada con Cartagena. Por si fuera
poco, en un pasaje de Livio[21],
el historiador romano sitúa la ciudad cerca de Cástulo, que dista en línea recta
unos 300 Km. de Alicante, o en cualquier caso en la Hispania Ulterior, que
comprendía el Valle del Betis, con frontera con la Citerior en torno a
Cartago-Nova.
Así pues, parece que Akra Leuke se
situó en el valle alto del Betis, en la Oretania regida por los cartagineses, en
un lugar estratégico para controlar el territorio minero de Sierra Morena,
vigilar las rutas comerciales que se dirigían hacia la meseta y el levante y ser
un punto fuerte desde donde realizar futuras expediciones.
Quizás pensada para ser la capital de
la provincia, la ciudad sería poblada con nativos leales, gentes de Gádir y
demás ciudades bástulo-púnicas, con un elemento de élite cartaginesa dominante.
A la ciudad llegaron también los griegos Sosylus, de Esparta, encargado de
enseñarle su idioma a Aníbal, hijo de Amílcar; y Sileno, de Cale Acte (Sicilia).
Esto es prueba de las conexiones que tenía Cartago, y en especial la familia
Barqa, con el mundo helenístico, sobre todo en Sicilia, pero también en Egipto.
La educación púnica y griega de los hijos de Amílcar no se limitó al estudio, ya
que estos acompañaban a su padre en sus campañas (al menos Aníbal y Amílcar
estaban en la de 229 a.C.) para enseñarles de primera mano el arte de la
guerra.
Además de esta fundación, la
arqueología ha demostrado una mejora en el modo de vida de la población del
Betis, tanto en viviendas como en edificios públicos, murallas y santuarios. Las
monedas, además, evidencian un claro influjo africano en la zona (las mal
llamadas cecas libiofenicias); y es que numerosos libios y númidas colonizaron
las zonas más despobladas de la provincia, sobre todo las sierras de la actual
provincia de Cádiz. Esta mejora urbanística y el asentamiento de población
africana es la prueba de que los cartagineses no tomaban este nuevo territorio
como una zona de mera explotación, sino como una provincia en la que poder
prosperar.
Escultura de jinete del Cerrillo
Blanco. El jinete desmontado de su caballo atraviesa con una lanza a un enemigo postrado en el suelo. |
MUERTE DE
AMÍLCAR
A finales de 229 o principios de 228
a.C. (puesto que Polibio dice que pasó casi 9 años en Hispania y murió 10 años
antes del estallido de la Segunda Guerra Púnica; Diodoro narra que su muerte fue
en invierno; y tanto Polibio como Tito Livio dicen que Asdrúbal estuvo en el
poder durante 8 años, hasta su muerte en 221 a.C.[22])
Amílcar se encontraba asediando la ciudad de Helice.
Tradicionalmente se ha identificado
esta ciudad con la romana Ilici (actual Elche), suponiendo que Akra-Leuke
hubiera sido Lucentum (Alicante). Esta deducción no tiene mucho sentido, ya que
Elche se encuentra a muy pocos Kilómetros de Alicante, y de ser una ciudad
enemiga hubiera sido imprudente fundar una nueva ciudad allí. Además de esto,
como veremos a continuación, los oretanos estaban demasiado alejados de la costa
(más de 150 Km. en línea recta, que serían muchos más teniendo en cuenta lo
accidentado del relieve) como para tener implicaciones políticas con ella; y
carecería de lógica mandar a los cuarteles de invierno a la mayor parte del
ejército, evidentemente por facilitar su abastecimiento, cuando ambas ciudades
(Elche y Alicante) se encuentran a tan solo unos 20 Km. de distancia y en una
región donde el invierno es de temperatura suave[23].
Helice tendría que estar en el
interior. Livio, en un contexto diferente menciona Ilucia, un bastión oretano,
pero lo cierto es que no se ajusta bien. Existe en la actual provincia de
Albacete la ciudad de Elche de la Sierra, enclavada en un terreno agreste y
lleno de sierras. Esta ciudad se encuentra a tan sólo 3 Km. del Segura (Tader
para los romanos), río con la característica de tener un caudal muy irregular,
con fuertes crecidas en invierno; hecho que como veremos tiene una gran
importancia (en las proximidades de Elche está el río Vinalopó, de mucho menos
caudal, de hecho en época estival no es extraño que no lleve agua, aunque no
está exento de repentinas crecidas, sobre todo en otoño).
Se han propuesto otros lugares para
localizar la esquiva Helice, pero de momento no se puede confirmar ninguno con
un mínimo de certeza. El hecho de que autores griegos y romanos nombren las
ciudades de forma diferente complica el trabajo, quedando aún muchos yacimientos
sin nombre y muchos nombres sin lugar.
Mapa centrado en las regiones de Oretania y Bastetania, límite de las conquistas de Amílcar y donde presumiblemente se encontrarían las ciudades de Akra Leuke y Helice, donde encontró la muerte. |
Amílcar tenía la intención de afianzar
los pasos entre el valle del Betis y la costa levantina. Y Helice sería clave en
esto. Siendo una ciudad pequeña y relativamente débil, llegado el invierno,
Amílcar decidió mandar la mayor parte del ejército, incluidos los elefantes, a
invernar a Akra Leuke, quedándose él al mando de un pequeño contingente,
suficiente para el bloqueo.
Fue en este momento cuando acudió un
régulo de los Oretanos[24]
con una propuesta de amistad para Amílcar y este le permitió acercarse a su
ejército para entre ambos asaltar la ciudad. Pero una vez fijado el contingente
púnico, los oretanos los atacaron poniéndolos en fuga. Tanto Frontino como
Zonaras[25]
(con distintos matices) nos cuentan una curiosa táctica usada por los atacantes,
consistente en arrojar contra la línea cartaginesa carros incendiarios tirados
por bueyes, rompiéndola y poniendo a todos en fuga. Aunque esta historia tiene
poco crédito actualmente.
Amílcar se había visto sorprendido y
superado. Seguramente su ejército era demasiado pequeño para hacer frente a la
amenaza así que reagrupó a los que pudo y mandó una parte, entre ellos a sus
hijos Aníbal y Asdrúbal, de vuelta a Akra Leuke, mientras él con el resto se
dirigía por otro camino desviando hacia él a los oretanos que los
perseguían.
Como se deduce de Diodoro y Polibio,
parece que Amílcar hizo frente a los oretanos, quizás viéndose obligado a ello
al ser rodeado. Pero al ser superado se lanzó a caballo tratando de cruzar un
río para escapar, donde murió arrastrado por la corriente[26].
Héroe para su patria en vida tuvo una
muerte no menos gloriosa, sacrificándose para salvar la vida de sus hijos y
amigos, que llegaron sanos y salvos a Akra Leuke.
Conocida la noticia, los oficiales del
ejército nombraron a Asdrúbal el Bello, yerno de Amílcar, general en jefe. Este
era el modo helenístico de elegir a los líderes, algo que no era nada habitual
en Cartago, función al cargo del Senado, que sin embargo se vio obligado a
ratificar la decisión. La influencia bárquida se hacía notar en la capital, en
la que los lazos políticos serían fuertes y el pueblo, base del partido de
Amílcar, lo aclamaría.
La primera decisión de Asdrúbal, ya en
primavera de 228 a.C. fue la de marchar con todo el ejército, 50.000 infantes,
6.000 jinetes y 200 elefantes[27],
contra el rey oretano, derrotándolo y conquistando sus ciudades. En los años
siguientes amplió el territorio cartaginés en Hispania sobre todo haciendo uso
de la diplomacia, pero también de la fuerza, hasta que fue asesinado en 221 a.C.
Acto seguido fue elegido general Aníbal, el hijo mayor de Amílcar, que llevaría
la guerra a Italia y sería uno de los grandes tácticos de la historia (sino el
que más).
Busto de Amílcar Barqa. |
Los logros de Amílcar fueron geniales,
no solo salvó Cartago, sino que la volvió a elevar como potencia de primer
orden. Llevó a su patria enormes riquezas y abrió para sus conciudadanos nuevas
oportunidades en tierras ibéricas. Políticamente colocó a su familia en una
posición tan dominante que no se veía algo igual desde la época de los
Magónidas. Citado por Polibio como el mejor general de la Primera Guerra Púnica,
no estuvo exento de cometer errores, quizás llevado por exceso de confianza,
como cuando fue rodeado por los mercenarios amotinados, salvándose in extremis
gracias a Naravas, o el suceso que dio con su muerte. Es comparado numerosas
veces con Filipo II de Macedonia por crear un poder nacional y un ejército que
posteriormente explotarían sus hijos. Creó de la nada un dominio en el
extranjero como Cartago no había conocido antes, donde la recaudación de
tributos, la explotación de recursos humanos y naturales, la firma de alianzas y
la fundación de ciudades asemejó su liderazgo al de los más prominentes reyes
helenísticos. Teniendo en cuenta que Roma y Cartago, irremediablemente, se
volvería a ver las caras, Amílcar fue para su patria el hombre más adecuado para
su tiempo.
Seguirá en cuestión si planeaba una
guerra contra Roma, frustrada por su “prematura” muerte o si tan solo pretendía
tomar un camino de conquistas alejadas de los intereses romanos para poder pagar
la deuda con aquellos primero y reportar beneficios para su patria y su familia
después. Amén de estar preparado por si la traicionera Loba decidía atacar de
nuevo. Numerosos autores latinos aseguraron que entrenaba a sus hijos para
llevar la guerra a Italia, pero lo cierto es que nunca hizo alianzas que
pudieran amenazar a Roma, ni reconstruyó la flota, ni mostró una actitud tensa
con su rival.
Autor: Alejandro
Ronda.
BIBLIOGRAFÍA:
Fuentes
antiguas (en orden de importancia):
Diodoro
Sículo: Biblioteca histórica.
Polibio de
Megalópolis: Historia universal bajo la República
Romana.
Zonaras: Epítome.
Apiano: Historia Romana,
V.
Cornelio
Nepote: Sobre los hombres ilustres.
Tito
Livio: La Historia de Roma.
Dion Casio: Historia
romana.
Orosio: Historiae Adversum
Paganus.
Frontino:
Estratagemas.
Justino:
Epítome.
Fuentes
modernas:
Nic
Fields; Carthaginian Warrior.
Dexter
Hoyos; Hannibal’s Dinasty.
Dexter
Hoyos; Truceles war, Carthage fight for survival 241-237
BC.
Fernando
Quesada Sanz; En torno a las instituciones militares
cartaginesas.
Manuel Bendala y Juan Blánquez;
Arquitectura militar púnico-helenística en
Hispania.
Genaro Chic García; La actuación
político-militar cartaginesa en la Península Ibércia entre los años 237 y
218.
José María Blázquez; Los Bárquidas
en España.
Pedro Barceló; Relaciones entre los
Bárquidas y Roma antes del inicio de la Segunda Guerra
Púnica.
José María Blázquez y María Paz
García-Gelabert; Los cartagineses en Oretania.
Eduardo Ferrer Albelda; Bastetanos y
Bástulo-Púnicos: sobre la complejidad étnica del Sureste de
Iberia.
H. H. Scullard; The carthaginians in
Spain.
Adolfo J. Dominguez Monedero;
Libios, libiofenicios, blastofenicios: elementos púnicos y africanos en la
Iberia Bárquida y sus supervivencias.
[1]
No parece lógico que se incluya en el tratado a la ciudad de Tiro (Fenicia).
Esto debe ser algún error del copista de Polibio. Dado el nivel de importancia y
protagonismo y la cercanía con Cartago y Útica, la otra ciudad incluida en el
tratado, me parece más probable que se refiriera a la ciudad de Hippo Akra, pero
sin tener más pruebas que argumenten esta teoría.
[2]
Villaricos, en la provincia de Almería.
[3]
Gadeira para los griegos y Gades para los romanos. La actual
Cádiz.
[4]
En Orosio (), embajada a Roma con los diez cartagineses más prominentes (pero
curiosamente no asisten ni Amílcar, Asdrubal o Hannón).
[5]
Apiano, His. 4’c.
[6]
Apiano Han. 2; Zonaras 8, 17’ h.
[7]
Seguramente su fuente fuera Fabio Pictor, tan contrario a Cartago y a la familia
Barqa en particular.
[8]
El propio Apiano (His. 4’ c) lo coloca al frente del ejército, junto con Hannón
el Grande, para luchar contra una revuelta númida nada más terminada la guerra
de los mercenarios. Pero rechazamos esta historia ya que Polibio (2, 1’ 5) dice
explícitamente que nada más terminada dicha guerra los cartagineses despacharon
a Amílcar a Hispania.
[9]
Nepote 22’3 y 23’ 3. Se deduce de Orosio (4, 19’ 4) cuando dice que (en 203
a.C.) Aníbal vuelve a Cartago 36 años después de abandonarla para ir a España
con su padre. Zonaras 8, 21’ b. También en Polibio 2, 1’ 5. Aunque también
existe la versión de que fue llevado a Hispnia por su cuñado Asdrúbal con 21 o
22 años (Livio 21, 3’ 2).
[10]
Aunque el ejército de Sicilia se sublevara en su gran mayoría, Amílcar incorporó
a algunos de ellos tras derrotarlos además de las deserciones que se sucederían
a lo largo del conflicto.
[11]
Diodoro 25, 10 ‘1.
[12]
Diodoro 25, 10’ 2.
[13]
Diodoro 25, 10’ 3.
[14]
Esto se puede ver claramente luego durante la Segunda Guerra Púnica, cuando
Aníbal es el que prepara todos los territorios para el conflicto, enviando
tropas de un lugar a otro y dictando las operaciones a llevar a cabo.
Evidentemente las demás facciones del Senado cartaginés tendrían sus propios
intereses y lucharían por recuperar el poder perdido.
[15]
Dion Casio fr. 48’ 1.
[16]
Las relaciones Roma-Cartago parecieron haberse estabilizado. En contra de esto,
Zonaras (8, 18’ g y 8, 18’ j-k) Orosio (4, 12’ 2-3) y Dion Casio (fr. 46’ 1-2)
narran que en 235 y 233 a.C. los romanos amenazaron con declarar la guerra
nuevamente, argumentando que los púnicos eran los instigadores de los
levantamientos sardos que tenían lugar por esas fechas. Sin embargo, estas
historias parecen ser invenciones posteriores y están descartadas por los
autores modernos.
[17]
Actual Ampurias, en Cataluña.
[18]
Diodoro 25, 10’ 14.
[19]
Por ejemplo por historiadores tan importantes como Schulten.
[20]
Muy poco en comparación con Qart-Hadasht, fundada poco después por Asdrúbal, que
tendría 35 o 40 hectáreas, para una población de unos 30-40.000
habitantes.
[21]
Livio 24, 41’ 1-7. “[…] Así, antes de que los romanos cruzasen el Ebro, Magón
y Asdrúbal derrotan tropas muy numerosas de los hispanos, y la Hispania Ulterior
habría abandonado a los romanos si Publio Cornelio no hubiera cruzado
precipitadamente el Ebro con su ejército y acudido en el momento preciso cuando
sus aliados estaba indecisos. Primeramente los romanos acamparon en Castro Albo,
lugar famoso por la muerte de Amílcar el Grande. […] Allí llegó Cneo Escipión
con todas sus tropas; y también Asdrúbal hijo de Giscón, tercer general
cartaginés, con un ejército en toda regla, situándose todos al otro lado del río
frente al campamento romano. Publio Escipión salió ocultamente a reconocer los
alrededores con tropas ligeras, pero el enemigo lo descubrió, y lo habría
aplastado en campo abierto si no hubiera ocupado una colina cercana. Rodeado
también allí, lo liberó del cerco la llegada de su hermano. Cástulo, fuerte y
célebre ciudad de Hispania, estrechamente unida a los cartagineses hasta el
punto de que la esposa de Aníbal era de allí, se pasó a los romanos.” Castro
Albo tiene exactamente la misma traducción que Akra Leuke, por tanto es lógico
pensar que se trataba de la misma ciudad.
[22]
Diodoro 25, 10’ 3; Polibio 2, 1’ 6; Livio 21, 2’ 1.
[23]
En la actualidad, la temperatura media mensual no baja de 10ºC, y la temperatura
mínima media de 6ºC.
[24]
Según Diodoro 25, 12’ 1 regía sobre doce ciudades.
[25]
Frontino Str. 2, 4’ 1-7; Zonaras 8, 19’ a-b.
[26]
Evidentemente hay que rechazar la versión de Nepote (22, 2’ 5) que narra como
Amílcar muere en batalla contra los vetones. Este pueblo se encontraba muy al
Norte, estando su territorio en las actuales provincias de Ávila, Salamanca y
norte de Cáceres.
[27]
Según Diodoro 25, 12’ 1. Estas cifras parecen exageradas, sobre todo en el
número de elefantes. Durante la Segunda Guerra Púnica, momento en el que los
datos son mucho más fiables, el ejército de invasión de Aníbal contó con 37
elefantes al cruzar el Ródano (Polibio 3, 42’ 11), quedando con Asdrúbal Barca
un total de 21 (Livio 21, 22’ 3).
Anábasis histórica
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